CADENA DE SONRISAS
La señorita Elisa aquel día había propuesto un
nuevo reto a sus alumnos: la alegría, y lo había hecho en plan desafío de
récord. Les había nombrado "recaudadores" de alegría, para ver qué se
les ocurría con tal de provocar la alegría de los que les rodeaban. Y aunque
todos hicieron cosas realmente encantadoras, aquella vez Carla Simpatías dejó a
todos con la boca abierta.
Algunos días después del encargo de la señorita Elisa, Carla apareció cargando un gran saco.
Algunos días después del encargo de la señorita Elisa, Carla apareció cargando un gran saco.
- Aquí traigo toda la alegría que he recaudado
en estos días -dijo sonriente.
Todos estaban expectantes, pero la niña no
quiso mostrar el contenido del saco. En vez de eso, sacó una pequeña caja, tomó
una cámara de fotos instantánea, y le entregó la caja a la maestra.
- Ábrala, señorita Elisa.
La profesora abrió la caja despacio y miró en
su interior, y una gran sonrisa se dibujó en su rostro; en ese momento, Carla
le hizo una fotografía. Luego le entregó la foto y un papel.
La maestra leyó el papel en silencio, y cuando terminó, señaló con gesto de sorpresa el gran saco.
La maestra leyó el papel en silencio, y cuando terminó, señaló con gesto de sorpresa el gran saco.
- Así que eso es...
- ¡Sí! -interrumpió la niña, deshaciendo el nudo que cerraba el saco- ¡un gran montón de sonrisas!
- ¡Sí! -interrumpió la niña, deshaciendo el nudo que cerraba el saco- ¡un gran montón de sonrisas!
Y del saco cayeron cientos de fotos, todas
ellas de variadas y bellas sonrisas.
El resto de la clase lo dedicaron a explicar cómo a Carla se le había ocurrido iniciar una cadena para alegrar un poquito a las personas: en la caja sólo había una foto con una gran sonrisa, y todos, al abrirla, sentían la alegría que transmitía y respondían a su vez con una sonrisa, casi sin querer. Carla les sacaba una foto con su propia sonrisa, y les entregaba un papelito donde les pedía que hicieran lo mismo con otras personas, y le enviaran una copia de las fotografías a la dirección de su casa.
Y durante aquellos días y meses, el buzón de Carla no dejó de llenarse de las fotos de las sonrisas de tanta gente agradecida, ayudando a todos a comprender que el simple hecho de sonreír ya es un regalo para todo el mundo.
El resto de la clase lo dedicaron a explicar cómo a Carla se le había ocurrido iniciar una cadena para alegrar un poquito a las personas: en la caja sólo había una foto con una gran sonrisa, y todos, al abrirla, sentían la alegría que transmitía y respondían a su vez con una sonrisa, casi sin querer. Carla les sacaba una foto con su propia sonrisa, y les entregaba un papelito donde les pedía que hicieran lo mismo con otras personas, y le enviaran una copia de las fotografías a la dirección de su casa.
Y durante aquellos días y meses, el buzón de Carla no dejó de llenarse de las fotos de las sonrisas de tanta gente agradecida, ayudando a todos a comprender que el simple hecho de sonreír ya es un regalo para todo el mundo.
Valor Educativo:
Alegría – Amabilidad
Idea y enseñanza principal
Sonreír y estar de buen humor es una forma
estupenda de transmitir alegría sin esfuerzo
EL SACO MASCOTA
Desde que era muy niño, Mateo dedicó todas sus
energías a encontrar el Saco Mascota, el más famoso objeto que había creado el
mago Cachuflo. Nadie sabía qué tenía dentro para hacerlo tan especial, pero
según decían, era capaz de hacer todo lo que su amo le ordenara. Mateo,
convertido en un poderoso caballero, fue implacable en su búsqueda, superando
todo aquello que se interponía en su camino, y cuando sus esfuerzos tuvieron
recompensa y encontró el saco viviendo escondido en una cueva, se sintió el
hombre más feliz del mundo.
Pero resultó que el saco estaba lejos de ser
una buena mascota: gruñía cada vez que le pedían hacer algo, incluso aunque el
caballero le amenazaba con sus armas; si algo se le metía en la cabeza no había
forma de sacárselo, y no dejaba de morder, por más golpes que le daba Carlo
para que no lo hiciera. Decepcionado tras meses de aguantar tan insufrible
mascota, Mateo decidió venderla en el mercadillo, pero era tan molesta e
insolente, que apenas nadie se acercaba a preguntar por su precio. Entonces se
le acercó Diana, una anciana mujer ciega, conocida de todos en aquella ciudad
por su amabilidad y optimismo.
- Yo me quedaré con tu mascota, aunque no tengo
mucho para pagarte.
Mateo se sintió aliviado al deshacerse del
molesto saco, pero al momento vio cómo el saco hacía todo tipo de juegos y
cariñosas piruetas con la anciana. Lleno de sorpresa, lo arrancó de sus manos,
pero nuevamente el saco se tornó agresivo e insufrible. Entonces, rojo de ira,
y tras arrojarlo al suelo, tomó su espada y lo rajó de arriba a abajo.
Y al hacerlo, quedó petrificado. Por el roto
comenzaron a salir cientos de pequeños Mateos, todos furiosos y gritones, que
lanzaron toda su furia contra el caballero. Y posiblemente hubieran acabado con
él, si no fuera porque Diana se agachó a tomar el saco, y al hacerlo, todos los
Mateos se transformaron en amables Dianas, volvieron al saco, cerraron la
abertura, y comenzaron a jugar con su nueva dueña...
Así comprendió Mateo que nada había malo en
aquel saco que no estuviera previamente en él mismo, y con el mismo empeño con
que persiguió el saco, se propuso mejorarse a sí mismo. Y lo consiguió de tal
forma, que cuando la adorable Diana le dejó el saco poco antes de morir,
realizaron juntos tantas proezas y tan maravillosas, que darían para escribir
cien libros.
Valor Educativo:
Amabilidad
Idea y enseñanza principal
Recibimos lo que damos a los demás, así que
para recibir cosas buenas debemos dar cosas buenas
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